Lo que os pido desde la comodidad de la valla

Si me diesen un euro por cada artículo repetitivo y vacío sobre el futuro del periodismo que he leído, podría comprar alguno de los medios en horas bajas sobre los que versan. ¿Qué habríamos conseguido poniendo ese esfuerzo en hacer realmente algo?. «Estamos los periodistas en Twitter apoyados en la valla como los jubilados de las obras gritándole al que curra lo que tiene que hacer», apuntó Manuel Jabois un día en Twitter. Y con razón. El que escribe estas líneas es otro de estos cascarrabias que quiere con este artículo poner un poco de orden a todas las anotaciones, correos y tweets que ha soltado sobre el tema estas últimas semanas. Un viejo que ni siquiera ha ido a recoger el papel ese que nos dan a los que hemos ido a la universidad y que nos dice lo que somos, aunque hagamos otra cosa. Que apenas ha dedicado tres ratos a trabajar en una redacción. Que lleva mucho tiempo secuestrado por el mundo de la consultoría de comunicación. Vamos, lo que viene siendo una combinación perfecta para sentar cátedra.

El invierno caliente que se vive en EEUU
Estos días parece estar el mundo periodístico revolucionado por las novedades que vienen desde EEUU. La veda la abrió Ezra Klein que, tras su salida del Washington Post, anunció que se embarcaba en ‘Project X’, el título provisional que recibe su nueva aventura dentro del paraguas de Vox Media. Poco se sabe de ésta. De momento, se habla de poner el foco en el «contexto». Tras la expectación inicial, comenzaron los análisis poco halagüeños. Y no fueron pocos. Mira que ha tenido espacio para explicarse y contextualizar la noticia el pobre Ezra. Yo, que soy de la escuela de Santo Tomás, prefiero ser escéptico y no creer nada hasta que pueda meter mano al innominado.

No tardó en levantar la cabeza Nate Silver, que dejó este verano The New York Times. Lo hizo para recordarnos que está trabajando en el relanzamiento de FiveThirtyEight. Tampoco es que nos diese muchos detalles. Más bien parece que lo hizo para espetar un «eh, que yo también estoy preparando algo, seguid atentos». Esta sucesión de hechos con tan poco tiempo de distancia levanta la comparación entre estas dos figuras, aunque no sean pocas las diferencias.

Vivimos tiempos de magma -que aún discutimos si son o no parte de una burbuja-. Momentos de evolución continua que mueve el dañado suelo que pisamos, que parece nunca terminará de resquebrajarse para dejar escapar la presión que soporta. Que seguirá así, en ese estado vivo y cambiante. Las marcas de muchos de estos ‘nuevos medios’ llevan unos años entre nosotros y comienzan a cuadrar algunas cuentas. Pero el mercado, dicen los que entienden, necesita más tiempo.

¿Y en España qué?
Salvo algún caso concreto, como el del decano El Confidencial, aún buscan su sitio. 2008 fue un año lleno de esperanzas para la revolución de este entorno. Soitu, cumplía su primer año de andadura. El nuevo ADN.es también se encontraba en esa lucha. LaInformación.com calentaba motores y esperábamos con ansia su lanzamiento. Yo, que en aquel momento estaba ya con un pie fuera de la universidad, me veía trabajando en un medio así. Una muestra de mi capacidad para predecir el futuro del sector.

Por aquel entonces, aunque yo no dudara de su potencial periodístico -bueno, al menos no en el de Soitu y ADN.es-, el valor que más se resaltaba de estos proyectos era la revolución tecnológica que traían. Soitu reivindicaba el papel de esa parte de su equipo y comenzaba a usar conceptos que no se manejaban aplicados a un medio en ninguna redacción patria por aquel entonces como el de código abierto, el de API o el de widget. LaInformación.com cedía el protagonismo desde su lanzamiento a los robots que agregaban y ordenaban el contenido en su portada. ADN.es, sin llegar al punto de los otros dos, sí que hacía un uso intensivo de la misma para crear un portal informativo con clara vocación social.

Todos se vendían como algo nuevo, que rompía estándares. El foco de la innovación puesto en las formas y en la tecnología que les permitiría hacer las cosas como no se habían hecho hasta ese momento. Un vuelco que nos apasionó a muchos pero que se quedó ahí. Primero le tocó el turno a ADN.es. No tardamos muchos meses más en llorar la muerte de Soitu. 5 años después, LaInformación.com sigue abierta, aunque no sea más que una sombra de lo que algún día soñó ser.

De aquella primera oleada de medios digitales, la de la temporada 2008, sólo queda el camino que intentaron andar. Tras ellos hubo un parón de grandes lanzamientos, con la excepción del espejismo Factual. Si es que se le puede meter en esta liga. Se fueron alternando estrenos más modestos como Cuarto Poder o VozPopuli que no han conseguido imprimir al sector digital el empujón que necesita. Así hasta la temporada 2012/13, en que se ha vuelto a mover el mercado con los medios nacidos de las cenizas de Público y otros grandes EREs, entre los que nos encontramos proyectos como InfoLibre o, por encima del resto, ElDiario.es. Todo esto sin olvidarnos de la llegada a nuestro país de El Huffington Post. Hay muchos otros y debemos celebrar cada uno de ellos, sí, pero en algún punto debía cortar la cita.

Cambio de discurso
En esta nueva generación de medios ya no se habla tanto de revolución tecnológica o de formato sino de una apuesta por el contenido. Hemos pasado de poner el foco en las plataformas y la innovación en la estructura a preocuparnos por lo que realmente levanta cualquier empresa periodística, sus contenidos. No digo que lo primero no sea necesario, que lo es. Ni, como ya he dicho, que ADN.es o Soitu no tuvieran contenido, que lo tenían y bien que me gustaba. Sólo que el énfasis a la hora de venderlos no estaba tan centrado en él, se repartía con el de la tecnología.

Tenemos que crear el mercado de la mano del contenido y ya, luego, hablaremos de perfeccionarlo -estructura y tecnología-. Quisimos ponernos de golpe al nivel que veíamos en otros países, que era lo que muchos deseábamos -y esperábamos-. Pero lo que nos salió no fue un caso de leapfrogging sino nuestro más característico «empezar la casa por el tejado».

Literatos y reporteros
Leo con dedicación textos de medios digitales y los disfruto con calma y pasión. Cada vez leo mejores piezas. Ha llegado la fiebre del literato, que celebro. Pero no basta con eso. Este edificio que estamos construyendo debe calzarse con mejores analistas y reporteros, como reclamaba hace unos días Eduardo Suarez en Twitter. Necesitamos contexto y profundidad. Algo que también podría producirse acercando a periodistas y académicos. Y, aunque suene como una contradicción frente a mi petición de dejar la tecnología y la estructura en segundo lugar, todo esto debe venir con una manera diferente de contar las cosas. Una cosa es que nos pongamos con los cimientos de manera urgente y otra que lo hagamos de cualquier manera. No hablo sólo de tecnología y diseño. Hablo de profesionales que sepan mostrarnos las cosas de otra manera.

Una carta de amor a los medios por los que me gustaría pagar
Se abandona, seguramente con toda la razón y lógica del mundo, la idea del medio generalista. Llevamos años hablando de nichos y especialización. Pero me sigue faltando algo en ese segmento. Un sitio que aglutine una visión completa de la realidad desde otra perspectiva -que no punto de vista-. Alejado de los contenidos comunes, la agregación de notas de agencia y la última hora. Que hable de política, televisión, gastronomía o literatura -o lo que sea- con la agilidad y la profundidad que precisamos. Un poco el medio de micromedios que era Soitu y un mucho cosas como The Atlantic -y sus cabeceras-. Portales concebidos para contar las cosas en clave digital.

Echo en falta más aventuras serias en este sector. Los medios no atraen dinero, lo entiendo. Cualquiera que quiera sacar rentabilidad a sus inversiones metería su pasta lo más lejos posible de una empresa periodística. No sé si Gumersindo Lafuente tiene razón cuando dice que nos hacen falta tenderos digitales. Pero lo cierto es que, más allá de mi alegato idealista, un día deberíamos hablar en serio de estructuras de costes, beneficios, rentabilidad y medios. Por el momento, tenemos que mantener una estrategia de minimizar gastos y mirar más allá de la publicidad. No podemos vivir esperando que nos caiga del cielo el «funny money» que está revolucionando ahora el panorama en EEUU, del que he hablado en todo este artículo y que retrata y contextualiza de manera magistral Ken Doctor en su artículo «The newsonomics of why everyone seems to be starting a news site» que todos debéis leer.

Mientras llega EL artículo en que se toque este tema y que debería escribir alguien que realmente supiese del tema, voy terminando. Me falta un Nate Silver o un Ezra Klein patrio y me faltan medios que cuenten las cosas de otra manera como The Atlantic o su Quartz.

Pero, por encima de todo, me falta una edición de The New Yorker. Sí, ya veis, tanto hablar de innovación para terminar mi artículo demandando algo tan tradicional como esta cabecera. Pero es que no quiero dejar de lado esta otra manera de ver el reto que se ha presentado ante los medios. Con una actitud señorial que te permite mantener la compostura ante los vaivenes que marcan los tiempos de magma de los que hemos estado hablando.

Una pose que no dista mucho de la que detecté en Jack White la primera -y única- vez que lo vi sobre un escenario. La que le da la seguridad inherente a su persona. La que le da la convicción de la calidad de su contenido –la cual es capaz de demostrar con una guitarra improvisada con cosas que encuentra en su garaje-.

Al final, la clave para conseguir este mercado es tan simple como esa. La de hacer las cosas bien. Eso que te permite sentarte unos minutos en la redacción para tomar aire, mirar de reojo toda esta parrafada y pensar: «la innovación está sobrevalorada».

PD: Ya que os ponéis con Jack White, miraos esto. De nada.

Epílogo
Según WordPress, la primera palabra de este artículo la escribí el 29 de enero. Según recuerdo, en torno al 9 de febrero creía que lo tenía prácticamente acabado. Hoy es domingo 2 de marzo y, por fin, he encontrado un momento para editarlo como se merecía, cambiando todo y nada, para darlo por cerrado. Hoy leo en The Atlantic que los escritores son -no me atrevo a poner somos- los peores procrastinadores. Será verdad. Si me plantease hoy escribirlo se me quitarían las ganas rápido. Cogería este otro artículo que Jordi Pérez Colomé ha publicado en JotDown esta semana y lo compartiría en Twitter. Porque él dice lo importante de todo lo que yo digo, añade lo que me he dejado y, por si fuera poco, lo hace mejor. Pero, sobre todo ello, porque él no es un jubilado que mira al periodismo desde la valla. Él es uno de esos paletas que tanto le faltan al periodismo patrio para cambiar. Que además de dar lecciones, las aplica. No es ni Silver ni Klein, es otra figura de ésas que nos hacen falta. De ésas que espero lean esta carta escrita por un viejo desde la valla y cumplan alguno de estos deseos.

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1 comentario

  1. Leída, Jesús. Hasta el final. Mil gracias. Me gusta ser un paleta. Dos apuntes: 1. Esto -«un sitio que aglutine una visión completa de la realidad desde otra perspectiva»- es demasiado personal como para que no sea algo como twitter que te lo resuelva. 2. En España vamos tarde, pero llegaremos. Hay que hacer crecer la demanda, no solo la oferta. Es más difícil crear un medio que interese -Quartz- que crear un medio.

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