La historia de los periodistas que ya no saben si son periodistas

Desde que tengo uso de razón he querido ser periodista. Tengo perfectamente guardada en mi memoria la imagen de la primera vez que alguien me preguntó por qué quería ser periodista. Fue en mi pueblo, en un restaurante, en torno a una mesa -como tantas otras cosas en mi vida-. Fue mi padre el que la hizo. Viendo que pasaban los años, que se acercaba el bachillerato y que, a diferencia de mis amigos, yo tenía una idea tan clara y establecida sobre mi futuro profesional, tenía que hacerlo. Creo que esa fue también la primera vez que alguien me trató como un adulto -que aún no era-.

Sigue leyendo «Una pregunta de colega a colega» en Medium

Hoy me he decidido a probar Medium. ¿Qué es Medium? David Carr lo explicó bastante bien hace unas semanas en The New York Times. Un texto personal pero con el que más de uno de los que viven ya lejos de las redacciones se sentirá identificado. «Una pregunta de colega a colega».

Si tenéis unos minutos, id a Medium y leedla.

Lo que os pido desde la comodidad de la valla

Si me diesen un euro por cada artículo repetitivo y vacío sobre el futuro del periodismo que he leído, podría comprar alguno de los medios en horas bajas sobre los que versan. ¿Qué habríamos conseguido poniendo ese esfuerzo en hacer realmente algo?. «Estamos los periodistas en Twitter apoyados en la valla como los jubilados de las obras gritándole al que curra lo que tiene que hacer», apuntó Manuel Jabois un día en Twitter. Y con razón. El que escribe estas líneas es otro de estos cascarrabias que quiere con este artículo poner un poco de orden a todas las anotaciones, correos y tweets que ha soltado sobre el tema estas últimas semanas. Un viejo que ni siquiera ha ido a recoger el papel ese que nos dan a los que hemos ido a la universidad y que nos dice lo que somos, aunque hagamos otra cosa. Que apenas ha dedicado tres ratos a trabajar en una redacción. Que lleva mucho tiempo secuestrado por el mundo de la consultoría de comunicación. Vamos, lo que viene siendo una combinación perfecta para sentar cátedra.

El invierno caliente que se vive en EEUU
Estos días parece estar el mundo periodístico revolucionado por las novedades que vienen desde EEUU. La veda la abrió Ezra Klein que, tras su salida del Washington Post, anunció que se embarcaba en ‘Project X’, el título provisional que recibe su nueva aventura dentro del paraguas de Vox Media. Poco se sabe de ésta. De momento, se habla de poner el foco en el «contexto». Tras la expectación inicial, comenzaron los análisis poco halagüeños. Y no fueron pocos. Mira que ha tenido espacio para explicarse y contextualizar la noticia el pobre Ezra. Yo, que soy de la escuela de Santo Tomás, prefiero ser escéptico y no creer nada hasta que pueda meter mano al innominado.

No tardó en levantar la cabeza Nate Silver, que dejó este verano The New York Times. Lo hizo para recordarnos que está trabajando en el relanzamiento de FiveThirtyEight. Tampoco es que nos diese muchos detalles. Más bien parece que lo hizo para espetar un «eh, que yo también estoy preparando algo, seguid atentos». Esta sucesión de hechos con tan poco tiempo de distancia levanta la comparación entre estas dos figuras, aunque no sean pocas las diferencias.

Vivimos tiempos de magma -que aún discutimos si son o no parte de una burbuja-. Momentos de evolución continua que mueve el dañado suelo que pisamos, que parece nunca terminará de resquebrajarse para dejar escapar la presión que soporta. Que seguirá así, en ese estado vivo y cambiante. Las marcas de muchos de estos ‘nuevos medios’ llevan unos años entre nosotros y comienzan a cuadrar algunas cuentas. Pero el mercado, dicen los que entienden, necesita más tiempo.

¿Y en España qué?
Salvo algún caso concreto, como el del decano El Confidencial, aún buscan su sitio. 2008 fue un año lleno de esperanzas para la revolución de este entorno. Soitu, cumplía su primer año de andadura. El nuevo ADN.es también se encontraba en esa lucha. LaInformación.com calentaba motores y esperábamos con ansia su lanzamiento. Yo, que en aquel momento estaba ya con un pie fuera de la universidad, me veía trabajando en un medio así. Una muestra de mi capacidad para predecir el futuro del sector.

Por aquel entonces, aunque yo no dudara de su potencial periodístico -bueno, al menos no en el de Soitu y ADN.es-, el valor que más se resaltaba de estos proyectos era la revolución tecnológica que traían. Soitu reivindicaba el papel de esa parte de su equipo y comenzaba a usar conceptos que no se manejaban aplicados a un medio en ninguna redacción patria por aquel entonces como el de código abierto, el de API o el de widget. LaInformación.com cedía el protagonismo desde su lanzamiento a los robots que agregaban y ordenaban el contenido en su portada. ADN.es, sin llegar al punto de los otros dos, sí que hacía un uso intensivo de la misma para crear un portal informativo con clara vocación social.

Todos se vendían como algo nuevo, que rompía estándares. El foco de la innovación puesto en las formas y en la tecnología que les permitiría hacer las cosas como no se habían hecho hasta ese momento. Un vuelco que nos apasionó a muchos pero que se quedó ahí. Primero le tocó el turno a ADN.es. No tardamos muchos meses más en llorar la muerte de Soitu. 5 años después, LaInformación.com sigue abierta, aunque no sea más que una sombra de lo que algún día soñó ser.

De aquella primera oleada de medios digitales, la de la temporada 2008, sólo queda el camino que intentaron andar. Tras ellos hubo un parón de grandes lanzamientos, con la excepción del espejismo Factual. Si es que se le puede meter en esta liga. Se fueron alternando estrenos más modestos como Cuarto Poder o VozPopuli que no han conseguido imprimir al sector digital el empujón que necesita. Así hasta la temporada 2012/13, en que se ha vuelto a mover el mercado con los medios nacidos de las cenizas de Público y otros grandes EREs, entre los que nos encontramos proyectos como InfoLibre o, por encima del resto, ElDiario.es. Todo esto sin olvidarnos de la llegada a nuestro país de El Huffington Post. Hay muchos otros y debemos celebrar cada uno de ellos, sí, pero en algún punto debía cortar la cita.

Cambio de discurso
En esta nueva generación de medios ya no se habla tanto de revolución tecnológica o de formato sino de una apuesta por el contenido. Hemos pasado de poner el foco en las plataformas y la innovación en la estructura a preocuparnos por lo que realmente levanta cualquier empresa periodística, sus contenidos. No digo que lo primero no sea necesario, que lo es. Ni, como ya he dicho, que ADN.es o Soitu no tuvieran contenido, que lo tenían y bien que me gustaba. Sólo que el énfasis a la hora de venderlos no estaba tan centrado en él, se repartía con el de la tecnología.

Tenemos que crear el mercado de la mano del contenido y ya, luego, hablaremos de perfeccionarlo -estructura y tecnología-. Quisimos ponernos de golpe al nivel que veíamos en otros países, que era lo que muchos deseábamos -y esperábamos-. Pero lo que nos salió no fue un caso de leapfrogging sino nuestro más característico «empezar la casa por el tejado».

Literatos y reporteros
Leo con dedicación textos de medios digitales y los disfruto con calma y pasión. Cada vez leo mejores piezas. Ha llegado la fiebre del literato, que celebro. Pero no basta con eso. Este edificio que estamos construyendo debe calzarse con mejores analistas y reporteros, como reclamaba hace unos días Eduardo Suarez en Twitter. Necesitamos contexto y profundidad. Algo que también podría producirse acercando a periodistas y académicos. Y, aunque suene como una contradicción frente a mi petición de dejar la tecnología y la estructura en segundo lugar, todo esto debe venir con una manera diferente de contar las cosas. Una cosa es que nos pongamos con los cimientos de manera urgente y otra que lo hagamos de cualquier manera. No hablo sólo de tecnología y diseño. Hablo de profesionales que sepan mostrarnos las cosas de otra manera.

Una carta de amor a los medios por los que me gustaría pagar
Se abandona, seguramente con toda la razón y lógica del mundo, la idea del medio generalista. Llevamos años hablando de nichos y especialización. Pero me sigue faltando algo en ese segmento. Un sitio que aglutine una visión completa de la realidad desde otra perspectiva -que no punto de vista-. Alejado de los contenidos comunes, la agregación de notas de agencia y la última hora. Que hable de política, televisión, gastronomía o literatura -o lo que sea- con la agilidad y la profundidad que precisamos. Un poco el medio de micromedios que era Soitu y un mucho cosas como The Atlantic -y sus cabeceras-. Portales concebidos para contar las cosas en clave digital.

Echo en falta más aventuras serias en este sector. Los medios no atraen dinero, lo entiendo. Cualquiera que quiera sacar rentabilidad a sus inversiones metería su pasta lo más lejos posible de una empresa periodística. No sé si Gumersindo Lafuente tiene razón cuando dice que nos hacen falta tenderos digitales. Pero lo cierto es que, más allá de mi alegato idealista, un día deberíamos hablar en serio de estructuras de costes, beneficios, rentabilidad y medios. Por el momento, tenemos que mantener una estrategia de minimizar gastos y mirar más allá de la publicidad. No podemos vivir esperando que nos caiga del cielo el «funny money» que está revolucionando ahora el panorama en EEUU, del que he hablado en todo este artículo y que retrata y contextualiza de manera magistral Ken Doctor en su artículo «The newsonomics of why everyone seems to be starting a news site» que todos debéis leer.

Mientras llega EL artículo en que se toque este tema y que debería escribir alguien que realmente supiese del tema, voy terminando. Me falta un Nate Silver o un Ezra Klein patrio y me faltan medios que cuenten las cosas de otra manera como The Atlantic o su Quartz.

Pero, por encima de todo, me falta una edición de The New Yorker. Sí, ya veis, tanto hablar de innovación para terminar mi artículo demandando algo tan tradicional como esta cabecera. Pero es que no quiero dejar de lado esta otra manera de ver el reto que se ha presentado ante los medios. Con una actitud señorial que te permite mantener la compostura ante los vaivenes que marcan los tiempos de magma de los que hemos estado hablando.

Una pose que no dista mucho de la que detecté en Jack White la primera -y única- vez que lo vi sobre un escenario. La que le da la seguridad inherente a su persona. La que le da la convicción de la calidad de su contenido –la cual es capaz de demostrar con una guitarra improvisada con cosas que encuentra en su garaje-.

Al final, la clave para conseguir este mercado es tan simple como esa. La de hacer las cosas bien. Eso que te permite sentarte unos minutos en la redacción para tomar aire, mirar de reojo toda esta parrafada y pensar: «la innovación está sobrevalorada».

PD: Ya que os ponéis con Jack White, miraos esto. De nada.

Epílogo
Según WordPress, la primera palabra de este artículo la escribí el 29 de enero. Según recuerdo, en torno al 9 de febrero creía que lo tenía prácticamente acabado. Hoy es domingo 2 de marzo y, por fin, he encontrado un momento para editarlo como se merecía, cambiando todo y nada, para darlo por cerrado. Hoy leo en The Atlantic que los escritores son -no me atrevo a poner somos- los peores procrastinadores. Será verdad. Si me plantease hoy escribirlo se me quitarían las ganas rápido. Cogería este otro artículo que Jordi Pérez Colomé ha publicado en JotDown esta semana y lo compartiría en Twitter. Porque él dice lo importante de todo lo que yo digo, añade lo que me he dejado y, por si fuera poco, lo hace mejor. Pero, sobre todo ello, porque él no es un jubilado que mira al periodismo desde la valla. Él es uno de esos paletas que tanto le faltan al periodismo patrio para cambiar. Que además de dar lecciones, las aplica. No es ni Silver ni Klein, es otra figura de ésas que nos hacen falta. De ésas que espero lean esta carta escrita por un viejo desde la valla y cumplan alguno de estos deseos.

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Blogtrips, los viajes de los influencers

Hola. Me llamo Jesús Gordillo y nunca he ido a un blogtrip. Pero he sufrido muchos a través de las redes sociales. Y tú también, lo sé. Los blogtrips son una plaga a la que no hemos encontrado cura. Algo que amenaza nuestra tranquila existencia en redes sociales. Somos como Brad Pitt en World War Z, sustituyendo los zombies -o infectados- por influencers comiendo croquetas. Y digo blogtrips porque escribo este post un domingo. Si lo hiciese un miércoles a las 20:00, hablaría de canaperismo.

La gran mentira de los impactos
Cuando la empresa que paga la fiesta interroga al freelance o agencia de turno sobre la razón de ser de estos eventos, la respuesta suele ser la misma. Notoriedad. «Tendrás millones de impactos de tu marca en redes sociales». ¿Cómo se calculan? Si coges a 10 personas entre las cuales suman más de 100.000 seguidores en redes sociales y consigues que hagan unas 30 actualizaciones en ellas durante un fin de semana -y me quedo corto, porque hay casos extremos-, tu marca habrá conseguido más de 3 millones de impactos.

Sí, la euforia invade a cualquiera y puede sonar a poco el presupuesto necesario para poner esta acción en marcha. Pero pensemos que esas 10 personas compartirán muchos de estos miles de seguidores. O que ninguno de sus mensajes es visto por todos sus seguidores -ni de lejos-. Pongamos aquí un largo etcétera de puntualizaciones que podemos hacer a estos datos. Total, un negocio que suena muy bien pero cuyos números hay que saber interpretar.

Mamá, quiero ser influencer
Y hasta aquí sólo hemos hablado del mero carácter cuantitativo del invento. Un factor importantísimo pero que debemos cruzar con, entre otras cosas, la influencia de estos superusuarios de redes sociales. Estos influencers que sólo podemos comparar con un sabio renacentista o un tertuliano de hoy en día. Esa persona que este fin de semana está en tu blogtrip vitivinícola, el próximo está en uno en torno a la colombicultura y que, entre medias, ha ido a la presentación exclusiva de un nuevo smartphone y la apertura de una nueva hamburguesería. Seamos serios.

¿Qué capacidad real de influencia puede tener una persona cuya principal motivación para prescribir algo es una invitación? Poca. Quizás en algún terreno concreto la tenga, pero cuando entra en esta rueda promocional lo único que genera entre sus seguidores más inocentes es el deseo de ser cómo él. No está influenciando al usuario a que compre un determinado artículo o vaya a un determinado lugar a pasar sus próximas vacaciones. Sus seguidores sólo quieren que les inviten a ir a tantos sitios como va su idolatrado influencer.

Llegados a este punto vendrán las acusaciones en mi contra. «Mira éste que como no lo invitan a nada le ha dado por escribir una pataleta». «Todo esto no es más que envidia de alguien que no ha conseguido crearse una comunidad de seguidores a su alrededor». Mi única envidia hacia este perfil de persona es su capacidad de networking. La habilidad de crear una agenda de contactos amplia y saber moverse en estos ámbitos.

Yo quiero pensar que, de tener esta capacidad, la dirigiría hacia otros menesteres. «En cuanto le inviten a un evento o a un viaje se callará la boca y pondrá alabanzas a la marca de turno en Twitter mientras sube unas fotos a Instagram». No creo. Si me invitan a algo y me gusta lo diré. En cualquier caso, prefiero hablar -y hablo mucho- de las cosas que valoro y por las que pago.

¿Y entonces por qué cojones estoy escribiendo esto?
Por las marcas. Las marcas siguen pagando estas fiestas y muchas no llegan a darse cuenta que pueden hacerlo mucho mejor. Estamos ante una máquina de generar contenidos y masacrar la Red. Porque, en realidad, más que de impactos hablaría de masacres. El día que sigues a cuatros influencers que comparten blogtrip puedes ver tu Twitter convertido en un monográfico que te predispone a atentar contra la sede central de la empresa que ha pagado los gintonics, más que a comprar sus productos o servicios.

También lo hago por los influencers, aunque sólo sea un poco. Porque hay algunos a los que tengo aprecio y no me cabe en la cabeza como dinamitan su credibilidad entrando en este juego. Es una pena ver cómo forman parte de esta mafia de los blogtrips en que algunos van alternando su papel de asistente y organizador mientras las empresas pagan la fiesta. Que oye, si la costean felices y están satisfechos con los resultados, por mi genial. Hay inversiones peores y aún menos eficientes que nadie pone en duda.

¿Meto a todos los blogtrips y eventos de este tipo en el mismo saco? Por desgracia, a la inmensa mayoría. Todos aquellos que conceptualizan sus acciones para generar contenido sin ton ni son y buscar de manera masiva esos impactos de los que he hablado. A todos aquellos que busquen a sus asistentes en base al Klout y los followers y no por autoridad y relevancia real.

Miles Davis fue invitado a la Casa Blanca durante el mandato de Ronald Reagan. En mitad de la recepción, Nancy Reagan le preguntó a este jodido genio qué había hecho para estar allí. «Bueno, he cambiado el rumbo de la música cinco o seis veces. ¿Qué has hecho tú además de follarte al Presidente?«, espetó Davis. ¿Por qué cuento esta historia que acabo de descubrir mientras veía Cachitos de Hierro y Cromo? Porque así veo yo a las marcas, pagando viajes y copas a las Nancys de las redes sociales.

Actualización
Según me apunta Fernando en los comentarios -mil gracias-, la cita de Miles Davis no es correcta. Y me fastidia sobremanera, porque era un final redondo. En Snopes podéis encontrar la historia tal y como sucedió. En cualquier caso, el encontronazo existió y el perfil de Nancy Reagan creo que sigue casando a la perfección con el de estos influencers.

El ‘Don’ del toqueteo

«¡Un poco de toqueteo, por favor!». Una declaración de intenciones directa al grano y que nos introduce en Revista Don, la primera revista patria hecha por y para tabletas. Cada unidad de contenido -que no página- te demuestra que es un producto pensado para estos artilugios y que exprime sus posibilidades. No es otro experimento con ínfulas ideado con la lógica de revista tradicional al que se le añade algún video y un par de detalles interactivos. Aquí, la clave está en tocar.

Nueva Revista Don para iPad noviembre Paco León

Así, Don tiene la potente arquitectura de una verdadera revista para tabletas y, además, la pose que determina su estilo y su composición temática. La personalidad de una revista condiciona TODO, especialmente su conexión con los lectores. Para mi, Don es un Esquire de garaje. Una revista para hombres interesantes, sí, pero con una raíz más canalla y visceral -a la par que musical-.

La necesaria apuesta por los contenidos
En cualquier caso, no está todo hecho. Los contenidos son algo irregulares, con determinados reportajes poco profundos y con algún cuestionario de entrevista poco elaborado. Si bien es cierto que se compensan con otros de gran nivel, no deben bajar la guardia. Conseguido el gran nivel de soporte y formato, este es su siguiente foco de trabajo. Echo en falta un mayor hincapié en el longform de calidad -y con un enfonque «alternativo» como es el de Don- que tanto escasea en las revistas masculinas nacionales.

El futuro de las revistas para tabletas
Don, como el resto de revistas para tabletas, tienen un futuro complicado. Me niego a matarlas, como predica Jon Lund, pero me parece que cualquier responsable de publicaciones de este tipo debe tomar muy en serio los handicaps que éste remarca. Retos que seguro la gente de Don cogerá por los cuernos y sabrá como superar. Porque nos gusta tocar.

Síes y noes de The Objective

El nacimiento de un nuevo medio de comunicación es una buena noticia. Siempre. Si, además, lo conoces a través de El Mundo Today, es algo que te hace sonreir. De esta manera llega a nuestras pantallas The Objective. Un medio con una propuesta innovadora, que se agradece en un medio patrio, y una vocación internacional, que sorprende y promete.

Un medio que parece tener algunos aciertos, empezando por presentar la información de manera diferente. El protagonismo se lo dan a las imágenes. Tras ellas, se deja paso a la participación -comentarios- y la agregación -Twitter e Instagram, reforzando así con este último su carácter visual-. Ya por último aparece The Subjective -aún sin contenido en inglés-, una sección -blog- donde dan cabida a la opinión y el análisis sobre algunos de los temas que tratan en su agenda fotográfica. Un concepto diferente con una agenda informativa relativamente corta. Todo ello con el inglés y el enfoque internacional como norma -aunque existe una versión en castellano-, lo que les otorga un carácter ambicioso que se echa mucho en falta por aquí. Sin duda, un puñado de buenas razones y aciertos de una cabecera neonata.

Sin embargo, por el momento, estos aciertos no compensan sus carencias. Su agenda limitada -y su navegación de páginas monotemáticas- es ideal para arriesgarse con un enfoque alternativo y no repetir los mismos temas que lleva cualquier otro medio. Es esto además la principal causa por la que el resultado final me parezca pobre, y espero que lo solucionen. Entrar a un medio a ver una foto, unos tweets y un análisis – de momento, normalito- de un tema que trata todo el mundo, me aporta más bien poco. Tengo suficientes páginas a las que entrar al día y poco tiempo y entrando en dos medios y escaneando su portada veo más y de manera más amplia.

Además, a esto tengo que añadirle dos aspectos que a otro pueden parecer menores, pero a mi no me han gustado nada. Primero, su separación entre The Objective y The Subjective. Vale que lo segundo se cumpla, pero ni las fotografías -ni mucho menos la participación y las redes sociales- se corresponden con lo que yo llamaría objetividad. Segundo, la falta de una razón de ser. Amo las historias y a esta cabecera le falta una. Una marca nueva necesita contarme por qué está aquí, quién hay detrás, qué les mueve a ponerse en marcha ahora y de esa manera. Por ello estoy expectante con la llegada de Acuerdo, que antes de ponerse en marcha nos han contado todo esto y han abierto la puerta de su redacción a la red.

Sin duda, y aunque los puntos negativos superen a los positivos, siempre hay tiempo para pulirlos y mejorar. Lo importante es hacer cosas nuevas y lanzarse. Eso ya lo han cumplido.

Queremos un mando que nos dé el poder

Soy un loco de las series. Lo que no soy es un experto en el modelo de producción y distribución de contenidos audiovisuales, así que no voy a hacer una parrafada repitiendo lo que conocemos -y, sobre todo, queremos-.

De todos es sabido el papel de Netflix en la revolución del mercado de los contenidos audiovisuales, especialmente a raíz de la aparición de sus series de producción propia. Una línea que apoya la máxima el futuro de los contenidos audiovisuales será online o no será.

Una de estas series es House of Cards, la cual, todo sea dicho, debería reseñar como es debido algún día. Se trata de un remake de una serie británica noventera que retrata los juegos de poder que mueven los hilos de la política y que tiene a David Fincher y Kevin Spacey como sus principales estrellas. Y son precisamente las palabras de éste segundo durante su charla en The Guardian Edinburgh International Television festival de hace unos días las que me llevan a poner este apunte en el blog.

Su intervención hace una dura crítica al sistema de «capítulos piloto» que condiciona el mercado americano de las series y defiende las lecciones que ha aprendido trabajando con Netflix. Unos principios que deberían sentar las bases del futuro de los contenidos audiovisuales. «A través de esta nueva manera de distribución hemos demostrado que hemos captado las lecciones que la industria musical no ha aprendido. Dale a la gente lo que quiere. Cuando lo quiere. En el formato -canal, platafoma…- en que lo quiere. A un precio razonable. Y así tenderán más a pagar por ese contenido que robarlo». Amén.

No dejéis de ver el video completo, que debería reproducirse en bucle durante horas en muchos despachos en los que se conoce esta realidad que no quiere verse. Ha llegado la hora de tener el verdadero poder a la hora de consumir los contenidos audiovisuales -de manera legal- que siempre hemos creído tener con el mando de la televisión.

I’m on fucking vacation

Es el mantra que repite John McClane durante su último viaje mientras cose rusos a balazos y lo que pensé al levantarme ayer de mi mesa. Como la mitad del país, unos de manera forzada y otros porque en mayor o menor medida lo merecen, estoy de vacaciones. Y eso hay que celebrarlo, que en esta casa somos muy de celebrar. Celebrar alejándome del día a día para tomar aire, pero sin alcanzar niveles extremos. El iPhone bien cargadito en el bolsillo, que hay muchos momentos que inmortalizar -y compartir- y muchos amigos a los que localizar.

Es momento de darle prioridad a la nada. No planear nada. No pensar en nada. No preocuparse de nada. Aunque, a su vez, es el momento del todo. Pasar todo el tiempo posible con los míos. Correr todas las aventuras posibles, aunque sean en el bar de la esquina. Eliminar de mi lista de pendientes todas las series y películas que consiga. Deambular todas las tardes entre la playa y la piscina. Leer todos los libros y revistas que quepan en mi Kindle y en mi maleta. Echar al estómago todo lo que me apetezca. Apurar todas las copas apurables -y, las que no lo son, también-.

A fin de cuentas, hacer todo lo que Holden dicta en su lista de tareas para el verano -que jodidamente bien hilvanados le salen estos alegatos a la vida, todo sea dicho-. Yo también soy así, sólo que él lo explica mejor.

Y una cosa más os voy a decir. Las vacaciones son el momento ideal para hacer algo que no se nos debe olvidar hacer tampoco el resto del año, cantar a la vida y bailar como si no hubiese mañana. En pubs de medio pelo o en barbacoas sin fin. Al atardecer en la calle de camino a esa cena con amigos que hace meses que no se ha podido celebrar o al amanecer en una playa mientras te das cuenta que la distancia entre la borrachera y la resaca es mucho más corta de lo que recordabas. Cantar y bailar. Aunque no tengas ni puta idea de hacer ninguna de esas dos cosas.

En septiembre, veremos todo lo que me ha dado tiempo a hacer. Eso sí, tendré que explicarlo rapidito y de manera concisa, no vaya a venir Arcadi para cerrarnos el chiringuito por morcillones.

Cuando el periodismo está a la altura de la gesta deportiva

Los periódicos españoles, salvo excepcionales y agradables ocasiones, se caracterizan por tener portadas anodinas. Sí, te haces una idea de los contenidos que lleva ese libreto de papel de un vistazo, pero no te sorprenden ni te seducen. Malgastan un espacio con mayor libertad y enorme valor con el que jugar y atraer al lector a la vez que lo informan.

Ni los deportivos, que son más dados a unir portada y contraportada en días de oro y copas. Siempre con una enorme querencia a mostrar al combinado o al individuo en el manido momento de alzar el premio a su gesta.

the times murray wimbledon

Por eso amo esta portada de The Times. Aunque sea algo superpuesto que esconde la portada -anodina- que muchos esperan. Porque emplea el doble espacio para informar a la vez que atrae al lector. Porque, como la mayoría de británicos, han olvidado por un rato que Murray es escocés. Porque si hacía 77 años que el All England Club no veía a un compatriota levantar ese trofeo, la noticia también eran los aficionados y su agradecimiento hacia el que les ha hecho ver la luz. Porque el último en hacer lo propio sobre esta hierba fue Fred Perry, que antes de hacer polos fue tenista. Porque, como bien dijo él mismo y recuerda The Times en su portada, «I didn’t aspire to be a good sport; ‘champion’ was good enough for me». Los deportes de caballeros son grandiosos. Para mi, más aún cuando los retrata un buen periodismo.

Cómo sería nuestro kiosco si fuese tomado por los superhéroes de Marvel

Amo las revistas y no me pierdo ninguna de las películas de los superhéroes marvelianos (aunque no me ilusionen todas por igual). Por ello, debo ser fan incondicional de Mediavengers, el Tumblr en que imaginan cómo serían las portadas de las revistas de nuestros kioscos si estuvieran protagonizadas por los personajes de estas cintas.

mediavengers

Visto en Microsiervos